Necesario es decir y advertir que lo ente es: puesto que el ser es y la nada no es: yo te ordené reflexionar esto. En primer lugar, te alejo del camino de esta indagación, pero después (te alejo) de aquel (camino) que los mortales nada sapientes se forjan, bicéfalos: Pues la duda en sus inteligencias guía el errabundo pensamiento. Los que (se) zarandean sordos al mismo tiempo que ciegos, asombrados, las indecisas muchedumbres para quienes el ser y no ser se tienen por lo mismo y no lo mismo, el camino de todo se vuelve sobre sí (tiene doble dirección).

Parménides postula, en primer lugar, que lo que existe no ha dejado ni dejará nunca de existir. Intrínsecamente a esta afirmación se halla la negación rotunda de cualquier cambio. Lo que existe, pues, no puede surgir de la nada, puesto que sería contradictorio; tampoco podría surgir del ser, pues no habría cambio ni proceso de "creación". Parménides excluye la temporalidad de su interpretación de la realidad declarando cualquier cambio como meramente ilusorio e irracional.

En segundo lugar, Parménides expone dos caminos por las que el humano intenta acercarse a la realidad: la de la verdad y aquella de la opinión. El primero es transitable y parte de la aceptación de la existencia del ser como axioma, mientras que el segundo no se puede recorrer puesto que ofrece a quien lo transita contradicciones de manera continua. El filósofo quiere llegar al entendimiento por la vía de la verdad y pretende así alejarnos de las contradicciones que surgen de la observación de las apariencias cambiantes.

La idea central del texto es la imposibilidad del cambio y la idea de que el entendimiento, como ser, no puede captar aquello que no es.